feliz navidad para todos
...y unos cuantos brindis por el año que empieza
Después de pasar innumerables veces por la Plaza San Martín, descubrí una estatua sumamente linda y sumamente descuidada por todos.
Se trata de Le doute del artista francés Charles Cordier.
Esta obra fue adquirida en 1905 cuando una comisión enviada por la Municipalidad de Buenos Aires viajó a Europa con el objetivo de comprar esculturas para poner en las plazas de la ciudad que, en esos tiempos, casi carecían de ellas.
La obra se compone de dos personajes: uno es un un joven creyente que se encuentra meditando pensativo junto a su Biblia abierta mientras que a su derecha hay un anciano que parece cuestionarlo y haciéndolo dudar.
En la base de la escultura, se encuentra la inscripción Le doute
A pesar de que se pronosticaba falta de aceptación de la obra pues pensaban que se le criticaría el hecho de que el tema de la obra es poner en duda los temas bíblicos, esto no ocurrió así y jamás provocó discusiones religiosas.
Y, como cierre de este post, un poema del amigo Jorge Luis, a la plaza que alberga tan a la tan virtuosa escultura.
A Macedonio Fernández
En busca de la tarde
fui apurando en vano las calles.
Ya estaban los zaguanes entorpecidos de sombra.
Con fino bruñimiento de caoba
la tarde entera se había remansado en la plaza,
serena y sazonada,
bienhechora y sutil como una lámpara,
clara como una frente,
grave como un ademán de hombre enlutado.
Todo sentir se aquieta
bajo la absolución de los árboles
—jacarandás, acacias—
cuyas piadosas curvas
atenúan la rigidez de la imposible estatua
y en cuya red se exalta
la gloria de las luces equidistantes
del leve azul y de la tierra rojiza.
¡Qué bien se ve la tarde
desde el fácil sosiego de los bancos!
Abajo
el puerto anhela latitudes lejanas
y la honda plaza igualadora de almas
se abre como la muerte, como el sueño.
Jorge Luis Borges (en: Fervor de Buenos Aires)
Cuando uno está ocupado: con mucho trabajo, mucho estudio o muchas obligaciones, acusa a esas cosas como causas de no poder hacer otras cosas.
El presente parece que no es nunca el momento indicado para concretar nada; aparenta no ser más que el nido y hogar de frustraciones, mientras que el futuro se transforma en depositario de todos nuestros proyectos y metas.
Futuro, que más rápido de lo que pensamos se transforma en presente.
Parece que nunca es el momento, que siempre hay un impedimento.
Parece, también, que nunca estamos en el lugar indicado. Que cuando nos vayamos de viaje, o nos mudemos a un lugar muy muy lejano, podremos ser y hacer lo que verdaderamente queremos.
La amiga Rosa Luxemburgo en una carta a una amiga en 1904 recuela su infancia diciendo:
“Era también aquel el más hermoso instante del día, antes de despertarse de la vida oscura, estrepitosa, ruda, machacona, de la gran casa de la vecindad. La augusta calma de la hora matinal se derramaba sobre la vulgaridad del suelo; arriba, en los cristales, chispeaban los primeros oros del sol naciente y, más arriba aún, flotaban nubecillas vaporosas, sonrosadas, antes de disolverse en el cielo gris de la ciudad. Por entonces yo creía firmemente que la “vida”, la “verdadera” vida estaba en algún sitio muy apartado, no sabía dónde, lejos, del otro lado de los tejados. Desde entonces no he cesado de buscarla. Pero no logro darle alcance, pues siempre se esconde detrás de algún nuevo tejado. En fin de cuentas, todo fue una burla cruel para conmigo, ya que la verdadera vida se quedó precisamente allí, en aquel patio en que, por primera vez, leí con Antonio “Los orígenes de la civilización”.
En el libro Tirados en el pasto, que está conformado por varios diálogos entre Andrés Calamaro y Alejandro Rozitchner, los amigos se dicen:
“Andrés: Es que muchas veces no sabemos cuál es el momento de vivir
Alejandro: ¿Cómo?
Andrés: Claro, esperando el momento de vivir, haciendo cosas, preocupándonos por otras cosas.
Alejandro: Esperando vivir.
Andrés: Claro, o sintiéndose out o trabajando, pensando en nuestro problemas, suponemos que vivir es el tiempo que queda entre esos momentos, el tiempo que queda, entonces vivir sería estar aquí echado acariciando el gato.”
Para terminar, en el epílogo de este mismo escrito, Alejandro Rozitchner dice que “…cada vez más entiendo que la posición crítica frente al mundo es depresión y cobardía… Muchas cosas uno no las hace porque siente un injustificado rechazo que se presenta como lucidez pero es en realidad mero temor.”
Resumiendo, esperando la frase perfecta se nos acaba la tinta y, esperando el momento indicado se nos pasa la vida.
Citas:
Rosa Luxemburgo, Cartas de la prisión, Buenos Aires, Colección Papeles Políticos, 1974, p. 50-51
Andrés Calamaro y Alejandro Rozitchner, Tirados en el pasto, Buenos Aires, Sudamericana, 2000, p. 276 / p. 279
Dentro de las corrientes artísticas de principios del siglo XX encontramos al complejo y rebuscado Futurismo.
Ésta corriente artística vanguardia fue fundada en Milán, Italia por Filippo Tommaso Marinetti, autor del manifiesto de ésta escuela.
Otros artistas representativos de esta escuela fueron: Giacomo Balla, Umberto Boccioni, Luigi Russolo, Carlo Carrá y Gino Severini.
Podemos marcar la fecha de publicación del Manifiesto, el 24 de febrero de 1909, como fecha de nacimiento de la escuela.
Leerlo nos sirve para entender esta corriente artística:
Manifiesto futurista
1. “Queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad.
2. El coraje, la audacia, la rebelión, serán elementos esenciales de nuestra poesía.
3. La literatura exaltó, hasta hoy, la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño. Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso de corrida, el salto mortal, el cachetazo y el puñetazo.
4. Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una nueva belleza, la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente, que parece correr sobre la ráfaga, es más bello que la Victoria de Samotracia.
5. Queremos ensalzar al hombre que lleva el volante, cuya lanza ideal atraviesa la tierra, lanzada también ella a la carrera, sobre el circuito de su órbita.
6. Es necesario que el poeta se prodigue, con ardor, boato y liberalidad, para aumentar el fervor entusiasta de los elementos primordiales.
7. No existe belleza alguna si no es en la lucha. Ninguna obra que no tenga un carácter agresivo puede ser una obra maestra. La poesía debe ser concebida como un asalto violento contra las fuerzas desconocidas, para forzarlas a postrarse ante el hombre.
8. ¡Nos encontramos sobre el promontorio más elevado de los siglos!... ¿Porqué deberíamos cuidarnos las espaldas, si queremos derribar las misteriosas puertas de lo imposible? El Tiempo y el Espacio murieron ayer. Nosotros vivimos ya en el absoluto, porque hemos creado ya la eterna velocidad omnipresente.
9. Queremos glorificar la guerra –única higiene del mundo– el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los libertarios, las bellas ideas por las cuales se muere y el desprecio de la mujer.
10. Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo, y combatir contra el moralismo, el feminismo y contra toda vileza oportunista y utilitaria.
11. Nosotros cantaremos a las grandes masas agitadas por el trabajo, por el placer o por la revuelta: cantaremos a las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas, cantaremos al vibrante fervor nocturno de las minas y de las canteras, incendiados por violentas lunas eléctricas; a las estaciones ávidas, devoradoras de serpientes que humean; a las fábricas suspendidas de las nubes por los retorcidos hilos de sus humos; a los puentes semejantes a gimnastas gigantes que husmean el horizonte, y a las locomotoras de pecho amplio, que patalean sobre los rieles, como enormes caballos de acero embridados con tubos, y al vuelo resbaloso de los aeroplanos, cuya hélice flamea al viento como una bandera y parece aplaudir sobre una masa entusiasta. Es desde Italia que lanzamos al mundo este nuestro manifiesto de violencia arrolladora e incendiaria con el cual fundamos hoy el FUTURISMO porque queremos liberar a este país de su fétida gangrena de profesores, de arqueólogos, de cicerones y de anticuarios. Ya por demasiado tiempo Italia ha sido un mercado de ropavejeros. Nosotros queremos liberarla de los innumerables museos que la cubren por completo de cementerios.”
Se proponía como uno de sus objetivos romper las antiguas normas del arte, rechazando la estética tradicional
Pregonaba el movimiento agresivo, la revolución, lo nacional y guerrero, la exaltación de las máquinas…
Podemos decir que el futurismo fue derrotado por la misma guerra que valoraba.
Muchos de sus representantes participaron de la Primera Guerra mundial y posteriormente se sumaron al fascismo.
Otros, tras la Primer catástrofe en la guerra optaron por la Nueva Figuración, una corriente de vuelta a lo tradicional y a lo figurativo, en oposición a la abstracción.
Nadie duda en defender a los gatitos abandonados en las calles.
Yo tampoco. Escribo desde mi notebook con Roque tirado al lado mío, a la espera de que lo acaricie.
Pocos se atreverían a pensar que un niño no es merecedor de cariño, de alimentos, de atención.
Pero nuestros actos como sociedad demuestran desprecio hacia los viejos. A veces intencionalmente, otras por inacciones.
En mi ciudad los viejos, los abuelos, son olvidados, son una carga, son un peso y un gasto más para las familias.
Es la filosofía de la fábrica aplicada a la vida, a los hombres. Hay que ser productivo, útil y quien no lo sea molesta y debe ser desvinculado del trabajo.
En la última novela que leí de Houellebecq, el autor, en medio de un discurso futurista relata que la vejez provoca sufrimientos morales: “Envejecer no parece haber sido agradable en ningún momento de la historia humana.”
La novela evoca el pasado, que es en realidad nuestro presente y dice que “...el cuerpo deteriorado y desfigurado de los viejos ya era objeto de una repugnancia unánime...”.
Cuenta las numerosas muertes que ocurrían por falta de ciudados a las personas mayores: “...este mismo periódico publicó una serie de reportajes terribles, ilustrados con fotos dignas de campos de concentración, en los que se describía la agonía de los viejos amontonados en salas comunes, desnudos en sus camas, con pañales, gimiendo todo el día sin que nadie acudiera a rehidratarlos ni darles un vaso de agua; en los que se describía la ronda de enfermeras, incapaces de comunicarse con las familias de vacaciones, recogiendo regularmente los cadáveres para hacer sitio a los recién llegados.”
Más allá del relato ficcional ambientado en un futuro lejano, no nos parece tan inverosimíl, cuando lo contrastamos con la crónica de viaje de Ernesto Guevara por América Latina, donde relata su visita como médico a una anciana.
“La pobre daba lástima, se respiraba en su pieza ese olor acre de sudor concentrado y patas sucias... Sumaba a su estado asmático una regular descompensación cardíaca. En estos casos es cuando el médico consciente de su total inferioridad frente al medio, desea un cambio de las cosas, algo que suprima esa injusticia que supone que la pobre vieja hubiera estado sirviendo hasta hacía un mes para ganarse el sustento, hipando y penando, pero manteniendo frente a la vida una actitud erecta. Es que la adapctación al medio hace que en las familias pobres el miembro de ellas incapacitado para ganarse el sustento se vea rodeado de una atmósfera de acritud apenas disimulada; en ese momento se daja de ser padre, madre o hermano para convertirse en un factor negativo... objeto de rencor de la comunidad sana que le echará la enfermedad como si fuera un insulto personal a los que deben mantenerlo.”
Citas:
Houllebecq, Michel, La posibilidad de una isla, Madrid, Alfaguara, 2005, p. 82- 83
Guevara, Ernesto, Diarios de motocicleta. Notas de un viaje por América Latina, Buenos Aires, Planeta, 2003, p. 103- 104
Lo que hoy termino, me parece que lo terminé hace rato.
En cambio, lo que simbolicamente terminaría recibiendome y finalizando la carrera; eso creo que no lo voy a terminar nunca.
Es complicada la cuestión educativa en este país, o tal vez en el mundo.
Acá llamamos carrera, a lo que en realidad es un camino, que no se hace a los trotes, sino con pasitos de bebé y tropezones.
Lo que se llama examen final es en realidad el principio de adquirir conocimientos. Se que no soy un diez en ninguna asignatura aunque mi libreta de estudiante diga que si.
Saberlo no me reconforta sino que me atormenta. Pensar que como dice Dolina cada libro que uno lee es uno que deja de leer.
Saber que el conocimiento es relativo, limitado, difícil de alcanzar e insaciable en comparación con lo que uno espera adquirir.
Por otro lado, Ortega y Gasset nos consuela y nos dice que todas estas carencias no son tan malas.
Que son los hombres vulgares los que siempre están satisfechos de sí mismos. Aquellos que no se exigen nada, no se remiten a instancias superiores y siempre están satisfechos de sí mismos.
Pepe comenta que por el contrario los hombres excelentes son los que siempre se exigen y: “No le sabe su vida si no la hace consistir en servicio a algo trascendente... La nobleza se define por la exigencia, por las obligaciones, no por los derechos. Noblesse oblige."
De todas maneras y, a pesar de los alientos conceptuales que nos da el amigo, muchas veces preferiría... simplente ser feliz porque hoy ME RECIBÍIII!!!!! jajaaa..
Cita: Ortega y Gasset, José, La rebelión de las masas, Madrid, Austral, 1986, 25° Ed., p. 105
Kundera, Milan, La insoportable levedad del ser, Buenos Aires, TusQuets, 2005, 24º ed., 3º reimpresión, pp. 253- 254
Vengo de un viaje, por eso este blog no se actualizó en los últimos días.
Me encanta viajar, pero a veces me pregunto qué es lo que busco cuando viajo.
Y me lo pregunto porque cuando viajo sin él los lugares pierden un poco de sentido.
Soy una tonta, porque puedo estar frente a la maravilla más grande del mundo, pero pienso que preferiría estar en la Villa 31 con él.
Y lo peor, es que cuando vuelvo y estoy de vuelta con él, reconfirmo lo del párrafo anterior.
Los viajes me generan a veces, la duda de "...qué pasaría si esta vez no vuelvo..."
Parece que a alguien más le pasaba ésto y por ello, en este post vamos a homenajear a la letra de Cadícamo y a la voz de Gardel repoduciendo la letra del tango “Anclao en París”.
Un tango porteño de los años `30 que caracteriza de la forma más certera y precisa lo que yo denomino nostalgia.
“Tirao por la vida de errante bohemio
estoy, Buenos Aires, anclao en París.
Cubierto de males, bandeado de apremio,
te evoco desde este lejano país.
Contemplo la nieve que cae blandamente
desde mi ventana, que da al bulevarlas
luces rojizas, con tono muriente,
parecen pupilas de extraño mirar.
Lejano Buenos Aires
¡qué lindo que has de estar!
Ya van para diez años que me viste zarpar...
Aquí, en este Montmartre, fobourg sentimental,
yo siento que el recuerdo me clava su puñal.
¡Cómo habrá cambiado tu calle Corrientes..!
¡Suipacha, Esmeralda, tu mismo arrabal..!
Alguien me ha contado que estás floreciente
y un juego de calles se da en diagonal...
¡No sabes las ganas que tengo de verte!
Aquí estoy varado, sin plata y sin fe...
¡Quién sabe una noche me encane la muerte
y, chau Buenos Aires, no te vuelva a ver!”
Saludos y salud
Y recuerden que el exilio no es más que una “no opción”, que nadie, o casi nadie se va de su casa porque tiene ganas. Dudo que el migrante esté relacionado a una persona feliz.
Y citando al cantautor César Isella “Uno vuelve siempre a los viejos sitios en que amó la vida… por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso, que el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo…”