viernes, 4 de diciembre de 2009

Que las hay, las hay




Si hay algo que me parece creíble, es el agnostico. No el ateo que no cree en nada, sino el que cree que algo debe haber pero no es capaz de comprenderlo.


Los griegos, con su habitual talento desglosaron la palabra en una a inicial que no indica la ausencia de, y un gnosis posterior que remite al conocimiento (me encantan las etimologías)
En pocas palabras, se considera inaccesible para el conocimiento humano todo conocimiento de lo trascendente, es decir lo que no pasa por la experimentación.

No soy agnóstica, pero más de una vez me tentó esta filosofía.

Tal vez me equivoco, pero creo que la frase por excelencia del agnóstico popular, es decir aquel que lo es sin ponerse el título de tal, es: “no existen los milagros, pero que pasan, pasan” o bien, “no existen las brujas, pero que las hay, las hay”.

Respecto a éstas últimas es de las que vamos a parlotear y buscarles un gramo de explicación científica y experimentable a su vieja costumbre de transportarse en escobas.

Leyendo un libro del amigo Antonio Escohotado, descubrí algo digno de difundirse.
El hombre nos cuenta que hay un acta de la Inquisición de 1324 que explica la creencia en escobas voladoras diciendo: “Al revisar el desván de la dama se encontró un ungüento con el que se engrasaba un bastón, sobre el cual podía deambular y galopar a través de todos los obstáculos”. En 1470, según otra diligencia inquisitorial, “las brujas confiesan que ciertas noches untan un palo para llegar a un lugar determinado, o bien se untan ellas mismas bajo los brazos y en otros lugares donde crece vello”
Escohotado sugiere que el otro lugar donde crece vello es el “…que está en contacto con una escoba al montarla. El palo se empleaba para frotar o insertar los untos en zonas que la modestia del inquisidor se resiste decir, siendo una especie de consolador químicamente reforzado.”

Notable hallazgo para ser un poco menos escépticos!!!!


Citas de: Escohotado, Antonio, Las drogas, de los orígenes a la prohibición, Madrid, Alianza, 1994, p. 40

martes, 1 de diciembre de 2009

Cin ismos



Pocas parejas en la historia me caen taaaaan bien como los amigos cínicos Crates e Hiparchia pertenecientes a la escuela filosófica de los cínicos, los cuales eran, según mi profesor de filosofía “una escuela filosófica para adolescentes” ya que su principal crítica era hacia las convenciones sociales.
Su nombre no tiene que ver directamente con su homónimo adjetivo con el que caracterizamos a una persona falta de escrúpulos, procaz o desvergonzada sino con una escuela post aristotélica fundada por Antístenes (436- 366 aC).
Uno de los orígenes por el cual se llamarían de ésta manera tiene que ver con el comportamiento de Antístenes y Diógenes, que se asemejaba a la de los perros, por lo cual la gente les apodaba con el nombre kynikos, que es la forma adjetiva de kyon (perro).
Son características de ésta corriente filosófica su anticonformismo religioso y social que se dirigía contra todo hábito o costumbre; objeciones varias a cuestiones como familia, el Estado, la patria, etc., en contraposición a su defensa a la fraternidad humana y el contacto con los sectores marginales despreciados por la sociedad.

Ejemplo claro de esto lo presentaba el mencionado fundador de la escuela cuando dijo que el médico (como metáfora del filósofo) no ejerce su saber con los sanos sino con los enfermos.
Creían que la virtud consistía en librarse de las necesidades y que en esa libertad radicaba el único bien.

Tras esta simplona y resumida explicación de qué era la escuela cínica, pasemos a los amigos Crates e Hiparchia.
Crates era tebano, tras ver una tragedia de Telefo vendió todo su patrimonio y lo distribuyó entre sus conciudadanos.
Alejandro Magno tras haber destruído Tebas le preguntó a Crates si quería que reedificase su patria, a lo que éste contestó: “¿Y para qué, si luego algún otro Alejandro la volverá a destruir? Y que él tenía por patria el propio menosprecio y la pobreza…. No es mi patria una torre o una casa; sí que es todos los pueblos de la tierra…”

Entre charla y charla por las calles, hábitat natural de todo cínico, apareció Hiparchia que quedó encantada con las pocas promesas y los nulos regalos que le hizo Crates.
Nos cuenta el biógrafo Diógenes Laercio que “Agradábale tanto la vida y la conversación de Crates, que ninguna ventaja de sus pretendientes, las riquezas, la nobleza, ni la hermosura pudieron apartar de su propósito, pues Crates era todas estas cosas para ella. Aun amenazaba a sus padres que se quitaría la vida si no la casaban con él.
Finalmente, como sus padres rogasen a Crates que le removiese de su resolución, hizo éste cuanto pudo, mas nada consiguió. Sacó, por último, todos sus muebles a su presencia; y le dijo: “Mira, éste es el esposo, y éstos sus bienes: consulta contigo misma, pues no podrás ser mi compñaera sin abrazar mi instituto.” Eligiólo ella al punto, y tomando su vestido, andaba con Crates, usando públicamente del matrimonio, y concurriendo ambos a las cenas.”
Dicen que una vez alguien la acusó por su forma de vida y ésta contestó “…¿te parece, por ventura, que he mirado poco por mí en dar a las ciencias el tiempo que había de gastar en la tela?


Diógenes Laercio, Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, Buenos Aires, El Ateneo, 1947, pp. 387- 397

domingo, 29 de noviembre de 2009

¡¿!¿!¿!!¿¿Hablamos como el orto?!?!?!?!



La inspiración viene de ayer a la noche.
Hay ciertos “conocidos” que aparecen en todas las reuniones y me sublevan.
Cerca de las cuatro de la mañana el novio de una amiga la felicitó por su excelente ortografía y por redactar colocando los puntos y las comas en perfecto lugar. Dijo que le molestaban extremadamente las personas con faltas de ortográficas.

Este pequeño/ pedante comentario dio lugar a que un Juan Peruggia cualquiera se pusiese a hablar de lo bien que escribía él, de sus nulas faltas ortográficas o de lo mucho que le indignaban los académicos que osaban sacarle el tilde a alguna letra.
Esto me trajo a la cabeza inmediatamente una de las más notables creaciones/ aguafuertes de Roberto llamada “El idioma de los argentinos”.
En ésta Arlt, al que le quedaba chica la ortografía como para indignarse por alguien que escribiera burrito con v corta, retruca al ilustradísimo Monner Sans el cual:
“…nos alacranea de la siguiente forma: “En mi patria se nota una curiosa evolución. Allí, hoy nadie defiende a la Academia ni a su gramática. El idioma en la Argentina atraviesa por momentos críticos… La moda del "gauchesco" pasó, pero ahora se cierne otra amenaza, está en formación el "lunfardo", léxico de origen espurio, que se ha introducido en muchas capas sociales, pero que sólo ha encontrado cultivadores en los barrios excéntricos de la capital argentina. Felizmente, se realiza una eficaz obra depuradora, en la que se hallan empeñados altos valores intelectuales argentinos.
¿Quiere usted dejarse de macanear? ¡Cómo son ustedes los gramáticos! Cuando yo he llegado al final de su reportaje, es decir, a esta frasecita: "Felizmente se realiza una obra depuradora en la que se hallan empeñados altos valores intelectuales argentinos", me he echado a reír de buenísima gana, porque me acordé de que a esos "valores" ni la familia los lee, tan aburridos son.
¿Quiere que le diga otra cosa? Tenemos un escritor aquí -no recuerdo el nombre- que escribe en purísimo castellano y para decir que un señor se comió un sandwich, operación sencilla, agradable y nutritiva, tuvo que emplear todas esas palabras: "y llevó a su boca un emparedado de jamón". No me haga reír, ¿quiere? Esos valores a los que usted se refiere, insisto: no los lee ni la familia. Son señores de cuello palomita, voz gruesa, que esgrimen la gramática como un bastón, y su erudición como un escudo contra las bellezas que adornan la tierra. Señores que escriben libros de texto, que los alumnos se apresuran a olvidar en cuanto dejaron las aulas, en las que se les obliga a exprimirse los sesos estudiando las diferencias que hay entre un tiempo perfecto y otro pluscuamperfecto. Esos caballeros forman una colección pavorosa de "engrupidos" -¿me permite la palabreja?- que cuando se dejan retratar, para aparecer en un diario, tienen un buen cuidado de colocarse al lado de una pila de libros, para que se compruebe de visu que los libros que escribieron suman una altura mayor de la que miden sus cuerpos.”
(…)
“Los pueblos bestias se perpetúan en su idioma, como que no teniendo ideas nuevas que expresar, no necesitan palabras nuevas o giros extraños; pero, en cambio, los pueblos que, como el nuestro, están en continua evolución, sacan palabras de todos los ángulos, palabras que indignan a los profesores, como lo indigna a un profesor de boxeo eurpeo el hecho inconcebible de que un muchacho que boxea mal le rompa el alma a un alumno suyo que, técnicamente, es un perfecto pugilista. (…) Este fenómemo nos demuestra hasta la saciedad lo absurdo que es pretender enchalecar en una gramática canónica las ideas siempre cambiantes y nuevas de los pueblos.”
Eso traté de decirle, creo que no me escuchó; los potenciales diálogos que la gente convierte en monólogos, dificilmente llevan a algún enriquecimiento.
Pero en serio, NO nos sentemos cómodos en el sillón de la gramática y la ortografía, juzgando y criticando al que conjuga mal un verbo irregular o no escribe zanahoria sin H.
El lenguaje es nuestro principal medio de expresión o, al menos uno de los más importantes, por eso mismo está vivo. El lenguaje cambia, cuando leemos un documento del siglo XIX más de una palabra merece una actualización en la grafía para adaptarla a la moderna.
Estemos vivos, creemos palabras, vanguardicemos loco!!! Porque sino “llegaríamos a la conclusión que, de haber respetado el idioma de aquellos antepasados, nosotros hombres de la radio y la ametralladora, hablaríamos todavía el idioma de las cavernas.”

Arlt, Roberto, Aguafuertes porteñas, 5º ed., Buenos Aires, Losada, 1991, pp. 141- 144