Si hay algo que me parece creíble, es el agnostico. No el ateo que no cree en nada, sino el que cree que algo debe haber pero no es capaz de comprenderlo.
Los griegos, con su habitual talento desglosaron la palabra en una a inicial que no indica la ausencia de, y un gnosis posterior que remite al conocimiento (me encantan las etimologías)
En pocas palabras, se considera inaccesible para el conocimiento humano todo conocimiento de lo trascendente, es decir lo que no pasa por la experimentación.
No soy agnóstica, pero más de una vez me tentó esta filosofía.
Tal vez me equivoco, pero creo que la frase por excelencia del agnóstico popular, es decir aquel que lo es sin ponerse el título de tal, es: “no existen los milagros, pero que pasan, pasan” o bien, “no existen las brujas, pero que las hay, las hay”.
Respecto a éstas últimas es de las que vamos a parlotear y buscarles un gramo de explicación científica y experimentable a su vieja costumbre de transportarse en escobas.
Leyendo un libro del amigo Antonio Escohotado, descubrí algo digno de difundirse.
El hombre nos cuenta que hay un acta de la Inquisición de 1324 que explica la creencia en escobas voladoras diciendo: “Al revisar el desván de la dama se encontró un ungüento con el que se engrasaba un bastón, sobre el cual podía deambular y galopar a través de todos los obstáculos”. En 1470, según otra diligencia inquisitorial, “las brujas confiesan que ciertas noches untan un palo para llegar a un lugar determinado, o bien se untan ellas mismas bajo los brazos y en otros lugares donde crece vello”
Escohotado sugiere que el otro lugar donde crece vello es el “…que está en contacto con una escoba al montarla. El palo se empleaba para frotar o insertar los untos en zonas que la modestia del inquisidor se resiste decir, siendo una especie de consolador químicamente reforzado.”
Notable hallazgo para ser un poco menos escépticos!!!!
Citas de: Escohotado, Antonio, Las drogas, de los orígenes a la prohibición, Madrid, Alianza, 1994, p. 40
En pocas palabras, se considera inaccesible para el conocimiento humano todo conocimiento de lo trascendente, es decir lo que no pasa por la experimentación.
No soy agnóstica, pero más de una vez me tentó esta filosofía.
Tal vez me equivoco, pero creo que la frase por excelencia del agnóstico popular, es decir aquel que lo es sin ponerse el título de tal, es: “no existen los milagros, pero que pasan, pasan” o bien, “no existen las brujas, pero que las hay, las hay”.
Respecto a éstas últimas es de las que vamos a parlotear y buscarles un gramo de explicación científica y experimentable a su vieja costumbre de transportarse en escobas.
Leyendo un libro del amigo Antonio Escohotado, descubrí algo digno de difundirse.
El hombre nos cuenta que hay un acta de la Inquisición de 1324 que explica la creencia en escobas voladoras diciendo: “Al revisar el desván de la dama se encontró un ungüento con el que se engrasaba un bastón, sobre el cual podía deambular y galopar a través de todos los obstáculos”. En 1470, según otra diligencia inquisitorial, “las brujas confiesan que ciertas noches untan un palo para llegar a un lugar determinado, o bien se untan ellas mismas bajo los brazos y en otros lugares donde crece vello”
Escohotado sugiere que el otro lugar donde crece vello es el “…que está en contacto con una escoba al montarla. El palo se empleaba para frotar o insertar los untos en zonas que la modestia del inquisidor se resiste decir, siendo una especie de consolador químicamente reforzado.”
Notable hallazgo para ser un poco menos escépticos!!!!
Citas de: Escohotado, Antonio, Las drogas, de los orígenes a la prohibición, Madrid, Alianza, 1994, p. 40