lo
había visto en conferencias, había leído libros y artículos de él
y sobre él.
había
visto y leído entrevistas y me había parecido siempre un viejo
hermoso.
nunca
lo había visto en el teatro, en el medio de una obra de teatro que,
como no podía ser de otra manera era sobre la patagonia trágica.
en
este caso sobre un evento preciso de la patagonia trágica; sobre las
putas de San Julián que se negaron a atender a los asesinos de los
peones rurales de la patagonia en 1922.
no
es mi intención hablar sobre el episodio en sí. faltan los
adjetivos para expresar la admiración por esas cinco mujeres, únicas
voces que llamaron asesinos a los que otros llamaban soldados al
servicio de la patria, que Bayer rescató del olvido y, que nunca
está demás recordar: Consuelo García, Angela Fortunato, Amalia
Rodríguez, María Juliache y Maud Foster.
pero
de la obra de teatro nos emociona también otra cosa, tal vez menos
abordada en la obra de Bayer, que es él mismo.
la
historia de las mujeres en la obra se ve atravesada por la
investigación e historia personal de un Bayer joven, un Bayer adulto
y un Bayer real.
un
Bayer que conmueve con solo aparecer en la escena, porque es la
personificación de todos los valores nobles a los que podemos
aspirar como seres humanos.
un
hombre con convicciones puestas en práctica, puestas en hechos.
un
intelectual con todo el peso de la palabra. de esos que se involucran
con la vida y ponen al servicio de la sociedad sus armas, sus ideas y
su vida.
un
Bayer que emociona al encontrarse con su fallecida madre, que le dice
que está orgullosa de él y a la que él responde que extraña.
que
convence hasta a la muerte de que no lo lleve, que tiene muchas cosas
por hacer, que tiene ganas de vivir.
un
Bayer que hasta se atreve a interpelar, acusar y juzgar a la muerte
por los militantes muertos por el terrorismo de Estado argentino.
y
uno... se siente tan poca cosa al verlo. uno se siente tan poco
reflejo de todas las convicciones elogiables de Bayer.
es
un referente, uno de esos pocos intachables que abraza todas las
causas válidas y, que sin dejar de reconocer y celebrar las mejoras
ocurridas en el país, no deja de denunciar todas las cosas que
quedan por hacer; nos dice que no nos podemos quedar nunca en un
sillón de comodidad y conformidad sino que hay que seguir luchando y
trabajando todos los días por la defensa de los derechos humanos,
por las necesidades de los más abandonados, porque no haya
represiones a los movimientos populares, por no dejarnos engañar por
el poder polítco, porque la democracia y los derechos se persiguen,
se defienden y se construyen con la lucha de todos los días.
y
nos enseña con su vida, que nada de esto es fácil, sino que puede
costar la vida, 8 años de exilio, ver los libros de uno quemados,
prohibidos, ver a los amigos muertos o desaparecidos, y la soledad...
ese inevitable estado temporal de quienes abrazan sus ideas y no
negocian los derechos.
es,
sin duda, uno de los imprescindibles de los que hablaba Becht.
Gracias
Osvaldo.