jueves, 17 de diciembre de 2009

Lo sostengo de las uñas, no de la cintura.



Antes no tenía nada que perder y, sin embargo estaba perdiendo cosas todo el tiempo.


Ahora tengo a alguien a quien perder y sin embargo creo que cada vez que arriesgo algo, gano 2 mm más de sus cayos.


Lo sostengo de las uñas, no de la cintura.


Quisiera que las horas no pasaran, pero se me pasan cada vez más rápido y eso es bueno.
Estamos en problemas, porque ya no me aucerdo cómo era antes ni tampoco qué es lo que era genuinamente mío o qué le robé.


Alegría de no querer dar vuelta la página y saber que si lo dejo me dejo y si lo pierdo me muero.
Alegría poco terapéutica, no recomendable, objetable.


Alegría de que “Después de todo qué complicado es el amor breve en cambio qué sencillo el largo amor…” (M. Benedetti)


Alegría de que ya no es “Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,y más la piedra dura, porque ésta ya no siente.” (Rubén Darío)


Alegría de tener “…revirgísima inocencia y de los instintos perversitos y de las ideitas reputitas y de las ideonas reputonas y de los reflujos y resacas de las resecas circunstancias…” (O. Girondo)


Alegría de poder afirmarle que “… mudo y absorto y de rodillas, como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido..., desengáñate:¡así no te querrán!” (G. A. Bécquer)


Alegría de preguntarme “¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes,los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.” (J. L. Borges)


Alegría de que “…mi sonrisa guarda un amor que asustaría a dios.” (S. Thénon)

ALEGRÍA, alegría, alegría de que “¡Todo era amor... amor! … Amor pasado por agua, a la vainilla, amor al portador, amor a plazos.Amor analizable, analizado. Amor ultramarino. Amor ecuestre. Amor de cartón piedra, amor con leche...lleno de prevenciones, de preventivos;lleno de cortocircuitos, de cortapisas.Amor con una gran M, con una M mayúscula,chorreado de merengue,cubierto de flores blancas...” (O. Girondo)

Alegría por lo que vino, por el vino… tinto, rosado, espumante…





Poemas citados:

- Benedetti, Mario, Bodas de perlas
- Darío, Rubén, Lo fatal
- Girondo, Oliverio, Y de los replanteos…
- Bécquer, Gustavo A., Volverán
- Borges, Jorge Luis, Lo fatal
- Susana Thénon, Poema
- Girondo, Oliverio, Todo era amor

domingo, 13 de diciembre de 2009

Ese gallo te lo pagamos nosotros




Estar en la plenitud de la vida, tener que tomar una decisión importante y hacer un jueguito digno de aplaudirse, puede pasarle a cualquier mortal.
Pero probablemente sea en los momentos cruciales de la vida es cuando se revela la madera de la que uno está hecho. Justamente de esto es de lo que va a versar el post de hoy.

Encontré en la web una página que reúne frases de grandes personajes antes de morir. No vamos a discutir sobre si son verdad o no, cómo podemos confiar en alguien que al morirse un familiar, enemigo o conocido se puso a tomar nota de las últimas palabras de una persona o lo que sea. Las vamos a dar por ciertas, al menos por hoy.

Algunas son realmente buenas. El escritor Honore de Balzac dijo antes de morir: “Ocho horas con fiebre, ¡me habría dado tiempo a escribir un libro”.
Karl Marx le dijo a su enfermera: “¡Largo de aquí! ¡Desaparece de mi vista! Eso de las últimas palabras es para los inútiles que no han dicho lo suficiente mientras vivían.”

Una que me encanta es la Louis Gay-Lussac al decir: “Es una pena irse, esto comienza a ponerse divertido” o la de Antonio José de Sucre “¡Carajo, un balazo!”

Sin embargo, hoy le toca el lugar de honor a un amigo de la casa.

Todos tenemos en claro y al menos hasta hoy no conocí pruebas en contrario, sobre lo copado que fue Sócrates o al menos el Sócrates del que nos hablan Jenofonte y Platón.

Este notable filósofo que utilizaba la ironía, a fin de descubrir la ignorancia y ponerse en un pie de igualdad para, a través de la mayeútica buscar la verdad.
Que luchaba para escapar del lenguaje no analizado que se propusiese como certeza y etc., etc. etc.. y así hasta las seis de la mañana tirándole flores por todo lo que admiro.
Éste hombre, fue condenado a muerte o a destierro por los atenienses.
El amigo Sócrates no quería irse de su ciudad entonces eligió la segunda; tenía que tomar cicuta (planta tóxica de la que se extrae un veneno) y morirse.

Los relatos que de él tenemos nos cuentan que sus amigos estaban tristes y con ese enojo malparido que tenemos cada vez que se comete una grosera injusticia.

En la última charla que nos cuentan que tuvo con sus amigos, Sócrates dijo que padecer una injusticia era mejor que cometerla:
“Si muero injustamente la vergüenza será para los que injustamente me condenen; porque si la injusticia es una vergüenza, ¿cómo no va a ser vergonzoso un acto injusto? Pero ¿sería para mí una vergüenza el que otros no hayan podido en este mi caso ni reconocer la justicia ni practicarla?... Sé también que los sentimientos que inspiraré a los hombres, muriendo hoy, no serán los mismos que inspiren quienes me matan, porque darán testimonio de que jamás hice mal a nadie, y que lejos de corromper a los que frecuentaban mi trato, me esforcé siempre en volverlos mejores” (Jenofonte)

Cuando ya había tomado la cicuta y se le empezaban a adormecer los miembros del cuerpo, previa charla sobre nada menos que la inmortalidad del alma, relatan que dijo una frase que, creo que es digna de reproducirse:

“…Ya tenía el abdomen helado; entonces se descubrió Sócrates, que se había cubierto el rostro, y dijo a Critón: Debemos un gallo a Esculapio; no te olvides de pagar esa deuda. Fueron sus últimas palabras.” (Platón)

Cabe aclarar para no pensar que le debía un pollo a un amigo, que Esculapio es el dios de la medicina, que lo que pedía a Sócrates a Critón era un sacrificio en acción de gracias a ese dios que por la muerte lo libraba de todos los males de la vida.



Citas:
Platón, Diálogos. Fedón, El banquete, Gorgias, Madrid, Austral, 1986, 27º ed., p.112
Jenofonte, La expedición de los diez mil, Recuerdos de Sócrates, El banquete, Apología de Sócrates, México DF, Porrúa, 1994, p. 208
http://www.psicofxp.com/articulos/informacion-general/574784-frases-celebres-antes-de-morir.html

¿Lector, escritor/ preso o protagonista?


A veces la lectura nos da una vuelta de tuerca a nuestro pensamiento llano y entendemos que no siempre la dimensión plana en la que vivimos es la única posible.


De a ratos los personajes nos interpelan o acusan a su escritor porque no les va demasiado el papel que están jugando.


Por ejemplo, en la novela Niebla de Unamuno, el protagonista, el semi joven Wherter encarnado en Augusto lo acusa en los últimos capítulos al autor porque en la novela lo había matado.

Por otro lado hay un graaann cuento de Salvador Elizondo que se llama La historia según Pao Cheng. En ésta al personaje principal le pasa algo poco habitual.


Pao Cheng es un filósofo que se sienta a la orilla del río y se pone a pensar en la historia de la humanidad y se le presenta a él como si fuese una película. De a poco comienza a ver en un pueblo, a través de una ventana, a un escritor… para cureosear se acerca y…


“… “Este hombre está escribiendo un cuento”, se dijo. Pao Cheng volvió a leer las palabras escritas sobre las cuartillas. “El cuento se llama La Historia según Pao Cheng y trata de un filósofo de la antigüedad que un día se sentó a la orilla de un arroyo y se puso a pensar en… ¡Luego yo soy un recuerdo de ese hombre y si ese hombre me olvida moriré…!


El hombre, no bien había escrito sobre el papel las palabras “…si ese hombre me olvida moriré”, se detuvo, volvió a aspirar el cigarrillo y mientras dejaba escapar el humo por la boca, su mirada se ensombreció como si ante él cruzara una nube cargada de lluvia. Comprendió, en ese momento, que se había condenado a sí mismo, para toda la eternidad, a seguir escribiendo la historia de Pao Cheng, pues si su personaje era olvidado y moría, él que no era más que un pensamiento de Pao Cheng, también desaparecería.”


Es decir que quedaron los dos presos del otro, escritor y protagonistas descubrieron que o se pensaban o, a decir de Descartes, dejarían de existir.




Para leer todo este cuento, se encuentra available en: http://www.lalectoraprovisoria.com.ar/?p=2841