El amigo San Agustín, tras largas disputas con sus contemporáneos, decía que naturaleza humana era buena. “Todo lo que es es bueno”.
Para él, el mal era abandonar el bien adecuado por uno menor; de esta manera el mal no tendría entidad ni se materializaría.
Solo sería el abandono de un bien que se da por el libre albedrío.
Partiendo de esta idea de que todo lo que existe es bueno por el hecho de ser, Kundera en su libro La insoportable levedad del ser acota que “En el trasfondo de toda fe, religiosa o política, está el primer capítulo del Génesis, del que se desprende que el mundo fue creado correctamente, que el ser es bueno y que, por lo tanto, es correcto multiplicarse. A esta fe la denominamos acuerdo categórico con el ser.
Si hasta hace poco la palabra mierda se reemplazaba en los libros por puntos suspensivos, no era por motivos morales. ¡No pretenderá usted afirmar que la mierda es inmoral! El desacuerdo con la mierda es metafísico. El momento de la defecación es una demostración cotidiana de lo inaceptable de la Creación. Una de dos: o la mierda es aceptable (¡y entonces no cerremos la puerta del water!), o hemos sido creados de un modo inaceptable.
De eso se desprende que el ideal estético del acuerdo categórico con el ser es un mundo en el que la mierda es negada y todos se comportan como si no existiese. Este ideal estético se llama kitsch. (…) el kitsch es la negación absoluta de la mierda (…) elimina de su punto de vista todo lo que en la existencia humana es esencialmente inaceptable.”
En mi opinión el checo tiene razón.
Kundera, Milan, La insoportable levedad del ser, Buenos Aires, TusQuets, 2005, 24º ed., 3º reimpresión, pp. 253- 254