Salir
con él me había hecho pensar que podía salir con cualquiera. Cuando el final ya se acercaba me di cuenta que con el único con el
que yo era única era con él.
Demasiado
tarde.
Durante
muchos meses pensé en las cosas en las que yo me había equivocado.
Miraba pelis, leía novela o escuchaba canciones y de todo extraía
alguna receta para recuperarlo.
Pero
lo cierto es que las cosas no se reformulan; no se continúan si los
dos no quieren.
De
a poco, toda la cultura material que me hablaba de él fue
extinguiéndose: se acabó, se rompió, la regalé.
Lo
único que me quedaba era una planta preciosa, un potus. La única
que crecía en mi patio sin sol.
Me
acuerdo el día que la trajo. Yo todavía vivía con mis viejos y él
tocó timbre. Se había cortado el pelo, cosa que yo odiaba, pero en
compensación traía el potus con ramas más largas que había
conseguido en la florería.
Millones
de veces, desde que lo tengo en mi casadeyosola pensé en madarle una
foto con la leyenda “lo único que sigue creciendo de nuestra
pareja” o algo así, pero nunca lo hice.
Por
el contrario, la dejé abandonada todo el otoño, todo el invierno y
gran parte de la primavera, hasta que se puso horrible.
El
lunes la arranqué de cuajo, y sólo dejé vivos unos brotes que me
dio pena tirar.
Era
lo único que me quedaba de él y lo arranqué de raíz.
Después
de tres años de separación, después de un año de no verlo, de no
hablarle, esa misma madrugada recibí un mensaje de él.
Recuerdo
en esta tranquila noche estival los versos que leí en adolescencia
de Bécquer. Comparto con ustedes aquellas palabras:
XLVIII
Como
se arranca el hierro de una herida
su
amor de las entrañas me arranqué,
¡aunque
sentí al hacerlo que la vida
me
arrancaba con él!
Del
altar que le alcé en el alma mía
la
voluntad su imagen arrojó,
y
la luz de la fe que en ella ardía
ante
el ara desierta se apagó.
Aun
para combatir mi firme empeño
viene
a mi mente su visión tenaz...
¡Cuándo
podré dormir con ese sueño
en
que acaba el soñar!
Gustavo Adolfo Bécquer