jueves, 17 de abril de 2014

se nos pianta un lagrimón

Entro a casa, después de unas copas con amigos y me entero que Gabo se murió. 
Como dice Mario, otro de los que se nos fueron hace no tanto, “la muerte es siempre una sorpresa inútil aunque uno comparezca con las bisagras herrumbrosas."

Leer la noticia me hizo pensar en él, Gabo, al que sin conocer se hizo parte de mi familia desde mi infancia.

Recuerdo cuando mamá lo conoció, no a él sino a su obra, y lo leía y toda, absolutamente toda la casa olía Gabo. 

Como Gabo lo conocimos todos en mi familia: mi hermana que engañaba a mi mamá subrayando frases en sus textos, los de él,  que ella no había seleccionado; y mi hermano que escribía, cual graffitti en las portadas de sus libros “Gabito puto”.

Es que tanto hablaba mamá de sus obras, de sus relatos, sus novelas, sus ensayos y sus cuentos, que a nosotros, infantes, púberes y adolescentes, solamente nos daba hastío y bronca.

De tanto escucharlo nombrar, Gabo para nosotros era como un tío. Mamá nos hablaba de él, nos leía frases, nos contaba anécdotas. Como un tío, al cual a fuerza de verlo seguido, se transforma en un pesado, un denso que uno no quiere ver más, pero que igualmente es muy querido.

Pasados algunos años, todos empezamos a leer a Gabo, a escucharlo y, como no podía ser de otra manera, Gabo nos enamoró, nos conmovió.

Recuerdo una vez que madre le regaló a una amiga de ella la novela “El amor en los tiempos del cólera” y, pasado el tiempo regular que demanda leer una novela su amiga le dijo “No me gustó, no la entiendo” o algo así y madre, en vez de enojarse nos dijo: “Pobre, no lo entiende, ella se lo pierde”; con cierta tristeza por no poder compartir con su amiga el goce estético que en ella provocaba García Márquez.

Es inútil contradecirla, realmente pobre del que no pueda comprender, apreciar y degustar la obra de Gabo. 

Gabo, que es todo lindo. Incluso cuando no lo leía no podía obviar lo lindo que era.

Y cuando lo empecé a leer fue música en mis oídos, pero música linda, música que quiere ser escuchada, re-escuchada y repensada.
Mi primer novela de Gabo, fue la ya mencionada “El amor en los tiempos del cólera” y de ella quisiera citar algunas partes, algunas frases:
  • “Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados”
  • “Acababan de celebrar las boodas de oro matrimoniales, y no sabían vivir ni un instante el uno sin el otro, o sin pensar el uno en el otro, y lo sabían cada vez menos a medida que se recrudecía la vejez”
  • “La gente que uno quiere debería morirse con todas sus cosas (…) le rogó a Dios que le mandara la muerte esta noche durante el sueño, y con esa lusión se acostó”
  • “Los síntomas del amor son los mismos del cólera”
  • “..y aunque nunca se había atrevido a levantar la vista para comprobarlo durante la misa, un domingo tuvo la revelación de que mientras lso instrumentos tocaban para todos, el violín tocaba sólo para ella.”
  • “Le había enseñado que nada de lo que se haga en la cama es inmoral si contribuye a perpetuar el amor (…) la convenció de que un viene al mundo con sus polvos contados, y los que no se usan por cualquier causa, propia o ajena, voluntaria o forzosa, se pierden para siempre.”
  • “Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga otra vez y muchas veces a parirse a sí mismos.”
  • “Acepto con mucho gusto, pero le advierto que estoy loca”
  • “Florentino Ariza supo en ese momento que también a ella le había llegado la hora de preguntarse con dignidad, con grandeza, con unos deseos incontenibles de vivir, qué hacer con el amor que se había quedado sin dueño”
  • “No podía concebir un marido mejro que el había sido suyo, y sin embargo encontraba más tropiezos que complacencias en la evocación de su vida, demasiadas incomprensiones recíprocas, pleitos inútiles, rencores mal resueltos. Suspiró de pronto: “Es increíble cóm se puede ser feliz durante tantos años, en medio de tantas peloteras, de tantas vainas, carajo, sin saber en realidad si eso es amor o no.”
  • “...lo asustó la sospecha tardía de que es la vida, más que la muerte, la que no tiene límtes. - ¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? - le preguntó. Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde havía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches – Toda la vida - dijo”

Gabo, te fuiste, pero nos quedaste. Algo curioso, pero algo que suele pasar con los artistas.
Nunca se van del todo.

Gracias por hacer épico el amor, incluso en la vejez. Gracias por hacer cuestionable, polemizable y publicable cualquier cuestión política. Por recordar a Conti contemporáneamente a su desaparición y por preguntarle a Massera por su destino ( con todo lo que eso implicaba en la Argentina del terror).
Gracias por tratar de convencer a Peggy de que le de un beso a "ese" que no sabemos bien quién es, pero que seguro se merecía ese beso. 
Gracias por estar siempre del lado de los buenos. 
Gracias dejarnos creer en la magia, o más bien, por comunicar al mundo sobre la magia que susurra a veces y grita otras, para quienes caminamos por Latinoamércia. 
Gracias por creer en el continente cultural, no el geográfico.

Mi ejemplar de Cien años de soledad me lo regaló hace ocho años un cartonero, lo tenía entre los cartones y papeles de su carro, como parte de la recolección del día; se lo pedí y me lo regaló. Eso es sólo una parte más de la magia que emana Gabo, que hace todo posible; que burla - barreras del mercado.

En agosto de 1967 Cortázar le escribía a su editor Paco Porrúa diciéndole, tras haber leído Cien años de soledad “...los más viejos ya nos podemos morir, hay capitán para rato”. Me pregunto, ¿quién es nuestro capitán ahora?




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