domingo, 29 de noviembre de 2009

¡¿!¿!¿!!¿¿Hablamos como el orto?!?!?!?!



La inspiración viene de ayer a la noche.
Hay ciertos “conocidos” que aparecen en todas las reuniones y me sublevan.
Cerca de las cuatro de la mañana el novio de una amiga la felicitó por su excelente ortografía y por redactar colocando los puntos y las comas en perfecto lugar. Dijo que le molestaban extremadamente las personas con faltas de ortográficas.

Este pequeño/ pedante comentario dio lugar a que un Juan Peruggia cualquiera se pusiese a hablar de lo bien que escribía él, de sus nulas faltas ortográficas o de lo mucho que le indignaban los académicos que osaban sacarle el tilde a alguna letra.
Esto me trajo a la cabeza inmediatamente una de las más notables creaciones/ aguafuertes de Roberto llamada “El idioma de los argentinos”.
En ésta Arlt, al que le quedaba chica la ortografía como para indignarse por alguien que escribiera burrito con v corta, retruca al ilustradísimo Monner Sans el cual:
“…nos alacranea de la siguiente forma: “En mi patria se nota una curiosa evolución. Allí, hoy nadie defiende a la Academia ni a su gramática. El idioma en la Argentina atraviesa por momentos críticos… La moda del "gauchesco" pasó, pero ahora se cierne otra amenaza, está en formación el "lunfardo", léxico de origen espurio, que se ha introducido en muchas capas sociales, pero que sólo ha encontrado cultivadores en los barrios excéntricos de la capital argentina. Felizmente, se realiza una eficaz obra depuradora, en la que se hallan empeñados altos valores intelectuales argentinos.
¿Quiere usted dejarse de macanear? ¡Cómo son ustedes los gramáticos! Cuando yo he llegado al final de su reportaje, es decir, a esta frasecita: "Felizmente se realiza una obra depuradora en la que se hallan empeñados altos valores intelectuales argentinos", me he echado a reír de buenísima gana, porque me acordé de que a esos "valores" ni la familia los lee, tan aburridos son.
¿Quiere que le diga otra cosa? Tenemos un escritor aquí -no recuerdo el nombre- que escribe en purísimo castellano y para decir que un señor se comió un sandwich, operación sencilla, agradable y nutritiva, tuvo que emplear todas esas palabras: "y llevó a su boca un emparedado de jamón". No me haga reír, ¿quiere? Esos valores a los que usted se refiere, insisto: no los lee ni la familia. Son señores de cuello palomita, voz gruesa, que esgrimen la gramática como un bastón, y su erudición como un escudo contra las bellezas que adornan la tierra. Señores que escriben libros de texto, que los alumnos se apresuran a olvidar en cuanto dejaron las aulas, en las que se les obliga a exprimirse los sesos estudiando las diferencias que hay entre un tiempo perfecto y otro pluscuamperfecto. Esos caballeros forman una colección pavorosa de "engrupidos" -¿me permite la palabreja?- que cuando se dejan retratar, para aparecer en un diario, tienen un buen cuidado de colocarse al lado de una pila de libros, para que se compruebe de visu que los libros que escribieron suman una altura mayor de la que miden sus cuerpos.”
(…)
“Los pueblos bestias se perpetúan en su idioma, como que no teniendo ideas nuevas que expresar, no necesitan palabras nuevas o giros extraños; pero, en cambio, los pueblos que, como el nuestro, están en continua evolución, sacan palabras de todos los ángulos, palabras que indignan a los profesores, como lo indigna a un profesor de boxeo eurpeo el hecho inconcebible de que un muchacho que boxea mal le rompa el alma a un alumno suyo que, técnicamente, es un perfecto pugilista. (…) Este fenómemo nos demuestra hasta la saciedad lo absurdo que es pretender enchalecar en una gramática canónica las ideas siempre cambiantes y nuevas de los pueblos.”
Eso traté de decirle, creo que no me escuchó; los potenciales diálogos que la gente convierte en monólogos, dificilmente llevan a algún enriquecimiento.
Pero en serio, NO nos sentemos cómodos en el sillón de la gramática y la ortografía, juzgando y criticando al que conjuga mal un verbo irregular o no escribe zanahoria sin H.
El lenguaje es nuestro principal medio de expresión o, al menos uno de los más importantes, por eso mismo está vivo. El lenguaje cambia, cuando leemos un documento del siglo XIX más de una palabra merece una actualización en la grafía para adaptarla a la moderna.
Estemos vivos, creemos palabras, vanguardicemos loco!!! Porque sino “llegaríamos a la conclusión que, de haber respetado el idioma de aquellos antepasados, nosotros hombres de la radio y la ametralladora, hablaríamos todavía el idioma de las cavernas.”

Arlt, Roberto, Aguafuertes porteñas, 5º ed., Buenos Aires, Losada, 1991, pp. 141- 144

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